Por Ítalo Sifuentes Alemán  

A raíz del recientemente celebrado Día de la Felicidad a nivel mundial, se conoció una encuesta realizada a los adultos según la cual estos son felices según la realidad que viven en sus respectivos países. Esto permite también traer a cuento a cómo valoran los niños y jóvenes el mundo virtual en el que prácticamente trajinan a diario a través del internet.

Una encuesta realizada por UNICEF que recibió repuestas de más de 1 millón de niños y jóvenes de más de 160 países arrojó que consideran que internet se ha convertido en un sitio sin bondad, ello porque los menores de todo el mundo afirmaron tener claro que viven en medio de la violencia en línea y el acoso digital.

UNICEF ha explicado que el acoso digital abarca la intimidación por mensajes instantáneos, publicaciones, correos electrónicos, SMS o creando un sitio web que se burla de alguien a través de imágenes. También se refiere a ser tratado de forma hiriente o desagradable a través de los teléfonos móviles o en línea; así como a la apropiación y publicación de fotografías inapropiadas o poco favorecedoras.

Puesto así y con estas cifras a la mano, se confirma que parte de la población mundial vive en mundos paralelos, y que en ambos sufre más, igual o de menor manera. Y que ello no tiene que ver con la edad. A este ritmo, en el futuro tal vez solo nuestros hologramas respondan por nosotros que la felicidad plena existe. Entre tanto, una cosa es la encuesta que responden los adultos y otra la encuesta que responden los menores.

Y digo esto porque según la Unión Internacional de Telecomunicaciones, un 94% de los jóvenes entre 15 y 24 años en países desarrollados están conectados a internet, un porcentaje que se queda en el 65% en los países en desarrollo. El acoso digital es un problema en crecimiento que afecta hasta a 1 de cada 10 niños, según la UNESCO.

Si como advierten estas instituciones, el ciberacoso puede causar un daño profundo, y que dado a que el acoso escolar y el cibernético se alimentan mutuamente, diariamente según UNICEF se experimenta un círculo de comportamiento dañino que provocará cada vez más víctimas.